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"Amada mía: aquella tarde decidí navegar en mi barco para ir a visitarte y reencontrarnos. En la mitad del viaje, una breve pero fuerte tormenta destruyó los instrumentos de navegación pero no logró dañar el motor. Yo estaba en el medio del mar, envuelto en una noche calma y estrellada, pues ya se habían alejado la lluvia y el viento furioso. Como yo no tengo mucha experiencia en la navegación, me desesperé, lo primero que hice fue mirar tu foto y a la luna llena entre las estrellas del cielo. De repente, observé sobre la superficie de la luna tus ojos envueltos en lágrimas de amor y angustia. En ese instante, los latidos de mi corazón comenzaron a emitir unos somidos muy fuertes y el efecto de la brisa marina los envió directamente hacia la luna, desde dónde me hipnotizaban tus ojos. Minutos más tarde, mis oídos recibieron los sonidos de tus besos para traerme paz y amor. Entonces, mi corazón enamorado navegó guiado por esa luna hermosa que por amor derramó sus lágrimas por mí y me regaló la dulce melodía de sus besos para salvarme la vida".
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Pedro, el eterno enamorado
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"Amada mía, el tren expreso rumbo de nuestra felicidad ha comenzado su largo viaje. Quiero que me acompañes y formes parte de este sueño. Tú y yo junto con nuestros corazones seremos los encargados de guiar este tren. El amor será el carbón que nos dé fortaleza y energía. Nuestros pasajes son el firme compromiso para viajar juntos hasta el final del trayecto, pues han sido sellados con nuestros besos. Seguramente, aparecerán muchos obstáculos. No importa. Detendremos la marcha durante el menor tiempo posible, solucionaremos y superaremos todos los inconvenientes. A lo largo de esta travesía, tal vez, se sumen unos pequeños y hermosos pasajeros: nuestros hijos. Guardemos en nuestras retinas las imágenes de este bello paisaje y disfrutemos cada instante de este acontecimiento maravilloso para nuestras vidas.. ¡Ven, amada mía, date prisa, no te demores más! Sube ya y seamos felices".
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Pedro, el eterno enamorado
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"Amada mía: en una tarde de invierno encontré entre la nieve una hermosa rosa roja. Durante los años que he vivido en Viena, jamás había visto algo parecido. En ese instante, me pregunté extrañado si era posible que una rosa sobreviva al frío, la nieve y el viento. No quise dejarla allí para que muera en cualquier momento y decidí llevarla hacia mi cabaña. Cuando llegué a mi destino, encendí la chimenea, puse la rosa cerca del fuego para darle un poco de calor y serví una taza de chocolate caliente, pues yo también estaba un poco congelado. Cuando mi vista hizo foco sobre la chimenea, los latidos de mi corazón adquirieron una velocidad increible, La rosa roja desapareció, ya no estaba, En su lugar, una hermosa mujer, de largos cabellos, labios muy rojos y un perfume que impacto mis sentidos. En este estado, me acerqué a ella sin poder decirle ni una sola palabra. Miré fijamente sus ojos y mis labios hablaron a través de un beso. Luego de ese inolvidable momento, no recuerdo qué dije pero sí en mi corazón llevo grabada la respuesta de esta hermosa mujer:"si, Pedro, acepto casarme contigo". Así fue el día que tú y yo nos conocimos y que decidimos compartir nuestra felicidad. La vida me regaló la rosa roja más hermosa del mundo. Mi corazón me ordenó salvarte la vida y tus labios me recompensaron. Te amo. Nuestro amor jamás se marchitará, pues nuestros besos riegan y cuidan de nuestros corazones enamorados".
Pedro, el eterno enamorado
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Amada mía: no dejes de mirar el sol. Piensa que muy pronto se irán las nubes y las estrellas saldrán durante la noche. Cuando las veas, regálales tu sonrisa para que ellas brillen aún más. Deja que el viento marino acaricie tu piel y juegue con tu cabello. Desde allí arriba, desde esa torre, puedes observar la bahía. Sé que desde hace varios días tú pasas muchas muchas horas con la mirada fija en el mar, a la espera de mi barco. Falta poco para mi regreso, no te preocupes, no desesperes, no sufras por mi ausencia. Mientras tanto, para que no me extrañes, te propongo un juego. Cuando mires la bahía, por favor, cuenta la cantidad de suaves y blancas olas que van a morir a la playa. Imagina que cada de esas olas equivale a nuestro primer beso, a una caricia, a un abrazo, a un poema de amor, a una flor con perfume. Ten en cuenta que el agua de mar que se enamora de tus ojos, ha viajado miles de leguas y proviene de lejanas lugares para cumplir con el rol que le asignó la naturaleza: morir de amor en la playa de tu corazón. Pronto volveré para ser felices nuevamente".
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Pedro, el eterno enamorado
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"Amada mía: si has decidido emprender ese viaje, por favor, llévate mi música y mi poesía, pero también deberás arrancarme el corazón que te ama, porque las notas del pentagrama y mis libros perecerán sin esos latidos de amor. Te pido que ciudes de este corazón enamorado que sufre por tu partida. Sé que mis sinfonías acariciarán tus oídos y mis poesias impactarán directamente en tu alma de princesa".
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Pedro, el eterno enamorado
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"Hermosa mujer de los mares, te pido que no regreses a tu hogar. Me enamoré de ti en el instante en que te vi. No pude evitarlo. Yo soy un humilde pescador de perlas, que todas las mañanas sale con su pequeña embarcación para realizar su trabajo. Todos mis días durante varios años fueron iguales, pero hoy por la mañana, cuando te encontré desmayada en la playa, mi corazón explotó de amor por ti. Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. No tuve alternativa y te desperté con un beso. ¡Discúlpame! A tu lado, las horas me pasaron muy rápido. Por ese motivo, hermosa mujer de los mares, te ruego, ¡no vuelvas a tu hogar! Dame una oportundiad para conocerte. Yo te cuidaré como nadie te ha ciudado. Ya sé que tú no puedes permanecer muchas horas fuera del mar, porque no puedes respirar. Por tí, pediría que me quiten los pulmones para regalártelos y para que seas feliz junto a mi corazón. En mi cabaña siempre hay un vaso de vino y un trozo de pan para compartir. Estoy muy triste, porque tú has decidido partir. Te pido una vez más, hermosa mujer de los mares, no vuelvas a tu hogar. Reconozco que no tienes otra alternativa que emprenter el regreso. Tu sabes que yo iré a visitarte y conocer tu castillo submarino. Venderé todo lo que tengo e iré hasta donde tú estés y allí me quedaré. Ya no tengo fuerzas, ya no tengo esperanza. Mi corazón enamorado me reclamó un último esfuerzo y me pidió que te transmita un último ruegoe: hermosa mujer de los mares, no regreses a tu hogar. Te amo".
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Pedro, el eterno enamorado
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